poemas del puño

Vengo hacia ti con las manos vacias. No tengo armas,pero, si soy obligado a defenderme, a defender mis principios o mi honor,si es cuestión de vida o muerte, de derecho o de injusticia,entonces aquí están mis armas: las manos vacias

sábado, 2 de octubre de 2010

Shurite de Okinawa, Karate okinawense vs. Karate japonés y el enigma de Anko Itosu ¿Prócer o traidor?

Shurite de Okinawa,

Karate okinawense vs. Karate japonés

y el enigma de Anko Itosu

¿Prócer o traidor?

Evolucionismo marcial

En los últimos tiempos la imagen
pública del Karate tradicional ha revivido
con un perfil muy distinto del
que había adquirido hace décadas.
Mucho tiempo ha pasado desde la
lejana ingenuidad popular para la cual
el “cinturón negro de Karate” representaba
la perfecta síntesis del “arma
viviente” con el “místico oriental”.
Desde entonces la prensa especializada
penduló desde la idolatría hacia la
crítica ingrata e ignorante de comienzos
de los ’90, en que las revistas internacionales
de Artes Marciales, con
su inmaduro enamoramiento de las
novedades, afirmaban entre líneas que
el viejo Karate era en realidad una disciplina
marcialmente superada, cuya
concepción técnica se había quedado
en el pasado, y que debía ser sustituida
por prácticas de mayor realismo (Full
contact, ninjas, Kali o lo que fuera).
Como practicante de TaeKwon-Do
ITF tradicional (aquel estilo fuerte,
rápido y “de verdad” con innegables
raíces en el arte okinawense), siempre
sentí la necesidad de poner en crisis la
validez de lo que yo practicaba, comparando
y estudiando. Mi gusto por el
buen Karate me ha llevado a leer con
avidez decenas de libros y centenares
de artículos sobre dicha disciplina, a
entrevistar a profesores, y ocasionalmente
me he dado el gusto de tomar
alguna clase de ese Arte Marcial. Mis
conclusiones no coincidían con el velado
desprestigio que en esa época los
medios proyectaban sobre el Karate:
alguno de los dos estaba viendo otro
canal.

Pero miremos las cosas con un poco
de perspectiva: las revistas –y aquí
recuerdo la Black Belt, lectura de mi
adolescencia a mediados de los ´80 -
nos fueron imponiendo una sucesión
de modas, en donde cada estilo pretendía
superar a los previos: primero
llegó el Judo, luego el Karate con sus
golpes temibles, después nos presentaron
al TaeKwon-Do y su impresionante
destreza física, luego el misterioso
Kung Fu, cuna marcial, de la
mano de David Carradine, Bruce Lee
y los monjes Shaolin; después vino
el Full Contact cargado de realismo
y testosterona; siguió el Ninjutsu
que con Hatsumi, Stephen Hayes y
Sho Kosugi en la pantalla pretendía
mostrar la contracara de los samurai
pre-Meiji. Seagal y su Aikido llegaron
después, mostrando que lo cortés no
quita lo valiente; Inosanto con las
artes filipinas y el Jeet Kune Do nos
maravillaban por su coordinación,
eficiencia y practicidad, mientras que
otros clamaban esos méritos para el
Wing Chun. Después llegó el Brazilian
Jiujitsu, y de allí derivaron los
sistemas actuales de lucha sin reglas
(a los que se ha terminado por imponer
ciertas reglas mínimas). ¿El
fin de la historia marcial, diría Fuku-
yama? ¿Puede decirse que cada una
de las mencionadas es mejor que las
anteriores? Eso es lo que nos vendie-
ron. Yo no lo creo. Mueve a sospecha
que cada vez que se presenta en
público un sistema marcial, dicha
disciplina parezca ser más sofisticada
e inteligente que las precedentes. El
último enano no es necesariamente
más alto que los demás sobre cuyos
hombros está parado. Los impulsores
de los sistemas que salían a la luz
conocían los rudimentos de las artes
que ya habían sido presentadas en sociedad,
y se ocupaban de adoptar los
conceptos útiles, descartar los erró-
neos y aprovechar los adelantos en el

KARATE / 41




conocimiento biomecánico.

Debemos reconocer, sin embargo,
que también contribuyó a ese des-
prestigio de los estilos que llegaron
primero a occidente que sus cultores
(aquellos “maestros” venerados)
muchas veces no se actualizaban, y
quedaban utilizando para la enseñanza
métodos de entrenamiento peri-
midos. Muchos “viejos practicantes”
fueron cada vez más viejos, y menos
practicantes. Y la nueva generación
se formó y aprendió los nuevos métodos
tomados de la kinesiología y
la educación física, sustituyendo los
métodos orientales que los instructores
argentinos –en general, alumnos
de japoneses jóvenes- no llegaron
a conocer con la profundidad
debida. Ante preguntas genuinas de
los alumnos y el silencio de los “ma-
estros”, los “kinesiólogos marciales”
empezaron a ensayar respuestas y
a modificar el modo de práctica,
sin que los tradicionalistas, en una
gran proporción faltos de formación
teórica, pudieran competir dando explicaciones
adecuadas. Es en la clase,
y no en el estadio, donde el deporte
desplazó al arte marcial. Se fijó como
meta la perfección de determinados
gestos motores (elegidos en ese entonces),
con lo cual no sólo se redujo
el entrenamiento físico/técnico a una
única dimensión, atentando contra
su tradicional carácter plurivalente
(aptitud de combate, forja de la personalidad,
salud, estética, dimensión
ética, etc.), sino que al establecerse
un objetivo preciso en la práctica se
trastocó el sentido del Arte Marcial
como instrumento, transformándolo
en un fin. Porque la nobleza del Arte
Marcial está en que, al privarse de fijar
metas propias (el dominio técnico será
en todo caso testigo de la dedicación
del practicante, pero no acredita ha-
ber llegado a nada), tiene la humildad
de estar al servicio de la vida. Como el
guerrero al servicio de su señor.

Un fenómeno llamado Dillman

En la última década del siglo XX al Karate
le ocurrió algo muy interesante,
probablemente lo más notable desde
que el arte pasó de Okinawa a Japón a
comienzos del siglo XX: algunos practicantes
adquirieron conocimientos
modernos a la vez que profundizaban
en lo tradicional (1). Indagando
sobre la historia de las formas (kata)
y los estilos (“ryu”, mejor traducido
como “tradiciones” o “corrientes”), se
empezaron a desarrollar ideas distintas.
Y, como enseñan los filósofos, las
ideas tienen consecuencias prácticas.

Hace cerca de 20 años que un veterano
karateka llamado George Dillman
entró en escena revolucionando el
Karate norteamericano. Se había iniciado
en el Isshin ryu, destacándose
como campeón de combate y formas
a fines de los ’60 y principios de los ’70.
Miembro de la otrora famosa United
States Karate Association (“USKA”),
acostumbraba aparecer en el programa
Créase o no de Ripley rompiendo
barras de hielo. Fue un promotor de
torneos de renombre, y se codeaba
con Muhammed Alí y Bruce Lee. Con
su estilo de showman algo provocador,
desde su Karate Dillman siempre siguió
practicando y buceando en fuen-

tes diversas. Desde hacía décadas que
estaba acostumbrado a poner a prueba
su calidad técnica, su aptitud de
combate y la potencia de sus golpes,
y un malentendido tradicionalismo
no iba a truncar su búsqueda. Dillman
recuerda que quedó particularmente
intrigado por la aplicación de
los puntos de acupuntura al Karate
luego de un seminario de Hohan Soken
en 1972 en los Estados Unidos
Algunos años después pudo comenzar
a entender el enigma de los puntos
de presión al conocer a “Taika”
Seiyu Oyata, prestigioso maestro
que dirige el Ryukyu Kenpo (línea
Motobu-ryu), quien lo deslumbró
con sus conocimientos. La relación
entre ellos tuvo sólo unos pocos años
de duración, aunque Dillman siguió
profundizando sobre las técnicas de
puntos vitales que le enseñó Oyata,
hasta que hacia mediados de los ’80
sorprendió al mundo con sus seminarios
donde noqueaba increíblemente
a sus asistentes o voluntarios
con tan sólo golpearlos con los dedos,
nudillos o filo de la muñeca en los
brazos, mandíbula o cuello. ¿Ilusión
fantasiosa, fraude o realidad?



Dillman explica que las formas de
Karate esconden estratégicas combinaciones
de golpes a puntos de
presión sobre los brazos, el cuerpo
y la cabeza de un atacante que, aplicados
en orden, ángulo e intensidad
correctas, pueden ocasionar la pérdida
del conocimiento o aún la muerte
en segundos. Dillman ha ofrecido
cientos de seminarios, y vendido libros
y videos sobre Kyusho-jutsu en


George Dillman

(1) Una muy buena síntesis de la historia del Karate okinawense es la de Claudio Rubén Veiga “Etapas del arte de combate de Okinawa”,

San Ti N° 2, noviembre 2006.


(2) George A. Dillman con Chris Thomas Kyusho-Jitsu: The Dillman Method of Pressure Point Fighting, George Dillman Karate International,
1992. En igual sentido Rick Clark, Martial Arts for the University. A textbook for Basic Judo, Ju-jitsu, Karate, Tae Kwon Do, Modern Arnis
and Vital Points, Kendall/Hunt Publishing Company, Dubuque, 1992.

42 / SAN TI




los EEUU como Pressure Point Figh-
ting -combate con puntos de presión.
Él sustenta sus enseñanzas en los mapas
de meridianos de circulación de
la energía de la medicina tradicional
china, el momento del día en que deben
ser atacados, el ángulo y tipo de
impacto, y la herramienta empleada
para golpear.

Según Dillman, los movimientos que
se practican hoy día en los estilos de
Karate más difundidos son erróneos,
y lo atribuye a una objetable influencia
de Anko Itosu, maestro de Funakoshi
y figura central del Shorin ryu a
fines del siglo XIX (2). Esas críticas se
habían escuchado antes de parte de
Hohan Soken, ese maestro de fama
mundial que vivió desde 1920 a 1945
en la Argentina, dedicado a preservar
intacto de influencias modernas
el estilo de su abuelo, probablemente
el más grande karateka de todos los
tiempos, Sokon “Bushi” Matsumura.
Según esta teoría –que ha cobrado
vuelo en años recientes-, Itosu deci-
dió despojar al Karate de su carácter
letal para transformarlo en una modalidad
de ejercicio físico para el
programa de enseñanza escolar en
Okinawa. En otras palabras, Itosu le
habría cortado las alas y los espolones
a un ave de presa para transformarla
en una de corral. Al adaptar el Karate
para los niños, se le habría quitado su
valor combativo. Según Patrick Mc.
Carthy, “el énfasis cambió de la defensa
personal al acondicionamiento
físico a través de la práctica grupal
de kata, pero descuidó su aplicación
(bunkai). Al no enseñar los movimientos
de defensa propia ocultos,
los verdaderos propósitos de los
kata (esto es, anular, lesionar o aún
matar provocando traumas en áreas
anatómicamente vulnerables, en caso
de ser necesario) quedaron tan ocultos
que se desarrolló una nueva co-
rriente” (3). Esa corriente, cuestio-
nada hoy día, ha tenido su exponente
más representativo en el Shotokan.

Dillman y sus seguidores, que ejecutan
sus formas con mínimo foco muscular
(kime) en forma similar al Kenpo
Americano y algunas modalidades
chinas, sostienen que los movimientos
en las formas no son clasificables
como “bloqueos y golpes”, sino como
técnicas complejas (agarres, manipulaciones
del cuerpo del rival) que en
realidad deberían ejecutarse de ma-
nera muy distinta a como la mayoría
de los estilos hoy las practica. Esto
pone en duda la validez de las formas
(kata) tal como son enseñadas por la
mayor parte de los estilos modernos,
especialmente por los descendientes
de la línea Itosu. Me refiero concretamente
a las técnicas de Shotokan,
Shito, Wado, Shudokan, Shorin Kobayashi
y casi todas las líneas Shorin
–excepto las provenientes de Chotoku
Kyan y el Matsumura Seito, que no
es considerado Shorin-, incluyendo
lógicamente a los hyong/tul/pumse
de Tang Su Do y TaeKwon-Do, también
fuertemente contaminados del
“modernismo itosuista”.

Shotokan, Modelo de perfección
en Karate

Antes de Dillman, los estilos japoneses
clamaban ser biomecánicamente
superiores a los okinawenses y haber
sido armados lógica y sistemáticamente
en lugar de tratarse de desparejas
técnicas amontonadas sin
coherencia, de lo cual se acusaba al
“viejo Karate okinawense”. Los estilos
japoneses habían sido pioneros en la
introducción del jiyu kumite (combate
libre) en el Karate en forma institucionalizada
(4), y en la práctica intensa
de movimientos básicos (kihon)
identificando determinadas técnicas
como esenciales, cuya repetición
otorgaba a largo plazo dominio del
arte. A través del estilo Shotokan
propiciado por la Japan Karate Association,
en los ’60 se logró establecer
el canon bajo el cual se medía la correc-
ción del Karate en todo el mundo. Un
Karate rápido, potente y sin artificios.
Aquel canon se impuso por la fuerza
de la calidad que persuade por sí sola,
y fue tomado como referente virtualmente
por todos los Karatekas del
mundo (con excepción de unos pocos
maestros okinawenses, cuyos reparos
eran más filosóficos que técnicos).
Aunque de antaño ya habían existido
excelentes practicantes, nunca
antes una misma escuela había generado
toda una camada de karatekas
de tan alto nivel, como ocurrió con
la generación de oro del Shotokan
liderada por Nakayama, Nishiyama
y Kanazawa y una treintena de imponentes
karatekas (5). Los especialis


“Ryu Kyu Te” (Mano de Ryu Kyu)

Caligrafía de Seiyu Oyata

(3) Patrick McCarthy, Bubishi. The Bible of Karate, Charles E. Tuttle Company, Tokio, 1a edición, 1995, págs. 53-54.


(4) Hubo sin embargo casos aislados de pioneros okinawenses, entre los que se destaca Choki Motobu, que centraban su Karate en el combate
de contacto.

KARATE / 43




tas coinciden en atribuir gran parte
del mérito al hijo de Gichin Funakoshi,
Yoshitaka (Gigo), un practicante
dedicado como pocos que viendo
cercana la muerte por una complicación
de su mal curada tuberculosis
infantil, decidió aprovechar sus últimos
años de vida entrenando con
una intensidad absoluta. Con el visto
bueno de su padre, en los años ‘40
Yoshitaka introdujo numerosos cambios,
alargando las posiciones (6),
prestando más atención a las patadas,
concentrándose en la potencia de los
golpes de puño y dándole dinamismo
a la práctica, cuyos resultados admirarían
al mundo veinte años después.

No obstante, los okinawenses en ge-
neral preservaron sus estilos tradicionales
(es justo reconocerlo, algunos de
ellos haciendo “retoques” a su modo
de practicar, sobre todo incorporando
el kumite). Años más tarde Dillman y
toda la corriente revisionista han reconocido
que hicieron lo correcto de
no seguir al estilo japonés. Muchos se
sumaron a la crítica cuyos ecos aún
hoy repiten sin comprender el tema
en profundidad, diciendo que el Karate
japonés era el producto pasajero
de una generación de jóvenes nacionalistas
que no habían recibido las
enseñanzas arcanas de Okinawa. Este
tipo de afirmación ha generado una
avalancha de alumnos que buscan
descubrir la aplicación original de las
formas primigenias del Karate (pre-
Itosu) –lo cual es muy meritorio-, y
una muy lucrativa industria. Dillman
enseña las (supuestas) aplicaciones
avanzadas de las formas, argumen-
tando que la “ortodoxia técnica” mo-
derna ha sido causada por un irres-

ponsable “emprolijamiento” proveniente
de alumnos de Itosu que ignoraban
los secretos combativos detrás
de las formas tradicionales.

Desde el punto de vista práctico,
Dillman, con sus golpes de dedos y
nudillos a los brazos y sus mapas de
acupuntura, respondía a quienes no
creían en su teoría: “Si no me creen,
vengan a probar y miren lo que hago:
¡funciona!” (7). Muchos se convencieron
después de perder el conocimiento
recibiendo los toques de
Dillman. Los más escépticos (que son
legión) continúan sosteniendo que
hasta que un alumno de Dillman no
gane un campeonato de Vale Tudo
dejando inconsciente a un luchador
con golpes a puntos vitales, van a
seguir considerando a Dillman un
farsante. Sabemos que eso nunca va
a ocurrir, pero las técnicas de “colapso
neurológico” que propone Dill


Secuencia de “tuite” de Taika Seiyu Oyata

con Shiro Shintaku (8)


Shoshin Nagamine, ícono del Shorin
okinawense (en 1967, a los 60 años
de edad)

(5) No sólo la época de oro del Shotokan bajo el liderazgo de Nakayama en la JKA pertenece al pasado, sino que dicha organización, presidida
por Motokuni Sugiura, decidió hace diez años un regreso a las técnicas del fundador Funakoshi, según da cuenta la nota La seconde mort de
Maitre Nakayama en Arts Martiaux, febr./mar. 1998.


(6) Posturas más largas aumentan el poder de golpe por mayor traslación de la masa corporal, aprovechando el principio enunciado por la
segunda ley de Newton (“Fuerza es igual a masa por aceleración”). Un trabajo sobre los cambios en las posturas de Shotokan a lo largo del
tiempo puede encontrarse en The Evolution of Shotokan Stances por Harry Cook, Traditional Karate, junio 1998.


(7) Recomiendo al lector buscar videos en www.youtube.com bajo las voces Dillman, Taika Oyata, pressure point y ryukyu kenpo para encontrar
algunos de estos knock-outs, los cuales han sido denostados en www.bullshido.com como farsas. Independientemente de su estilo
excesivamente comercial que ha generado tantos adoradores como detractores, es justo reconocer que Dillman ha hecho un aporte a las Artes
Marciales, aunque más no sea por crear la incógnita sobre el potencial de los puntos kyusho para el combate.

44 / SAN TI




man no pretenden bastarse a sí mismas
y merecen alguna atención (las
técnicas de patada tampoco son suficientes
por sí solas, pero no conozco
a nadie que niegue la eficacia de una
buena patada).

Hubo muchos tradicionalistas que
quisieron compatibilizar la teoría
Dillman (cuya versión más madurada
habría que buscar quizás en el reservado
“Taika” Seiyu Oyata (9)) con los
parámetros de sus estilos, sosteniendo
que las formas podían interpretarse
con distintos niveles de profundidad,
y que ello no invalidaba las interpretaciones
más básicas. Sin embargo,
esa línea compatibilizadora “políticamente
correcta” (10) se acerca, a mi
entender, al autoengaño: si la forma
supuestamente avanzada de ejecutar
la técnica es distinta a la difundida
por los estilos modernos -esto es, si
la posición de la mano es diferente,
así como su ángulo de contacto, la
trayectoria y en definitiva la intención-,
entonces no es un mero pro-
blema de interpretación de formas.
Habría que cambiar la mecánica de
ejecución de esas técnicas, revisar el
concepto de kihon (base), etcétera En
otras palabras, quien abrace las enseñanzas
de Dillman debería hacerse
cargo y llevar adelante un cambio no
menor en su forma de practicar.

Okinawa contraataca

Vemos entonces que de la mano de
una ola de revisionismo histórico,
el Karate japonés (principalmente el
Shotokan) sufría un embate mediático
que parecía definitivo de manos de
su antecesor, el Karate okinawense. Un
“neo-tradicionalista” criticaba gravemente
la mayor parte de los estilos
institucionalizados, supuestamente
con fundamentos serios. Parecía que
había que volver a las posiciones cortas
y altas y las patadas con las puntas
de los pies. O en todo caso pasarse al
Full-Contact. El Shotokan japonés,
admirado en los ‘70 y ‘80, súbitamente
era acusado de no ser ni verdaderamente
tradicional (como sí lo era el
Okinawense), ni verdaderamente
moderno (para eso, el Kickboxing).
¿Una venganza del Karate de Okinawa
a través de un norteamericano
contra el imperialismo de Japón?

En los círculos de estudiosos que se
encuentran más allá de las revistas
populares de Artes Marciales, Dillman
tuvo un impacto menor, aunque
una cantidad importante de instructores
avanzados se sumó a investigar
los kata y sus posibilidades técnicas.
Muchos salieron a indagar sobre
Channan, aquella esquiva forma
china que habría servido de base
para que Itosu creara los Pinan (llamados
Heian en Shotokan, y Pyon-
gan en los estilos coreanos) (11). En
paralelo, especialistas renombrados
como Patrick Mc Carthy y Harry
Cook produjeron obras con un nivel
de investigación muy superior a los
libros escritos hasta el momento por
maestros orientales u occidentales.
Mc Carthy, uno de los más profundos
conocedores occidentales del Karate y
sus tradiciones, (12) publicó una traducción
del chino al inglés del Bubishi,
con notas y comentarios. Este antiguo
tratado chino era muy valorado
por los maestros fundadores Mabuni,
Miyagi, Itosu y Uechi, quienes consideraban
que esta obra, transmitida


Yoshitaka Funakoshi y su postura
frontal larga

(8) Fotografías de Doug Churchill extraídas de The Truthful Hand: Keeping the Ancient Ryukyuan Spirit Alive, por Shiro Shintaku, Dojo Magazine,
verano de 1994, Pacific Rim Publisher.

(9) Oyata integra en sus enseñanzas el arte del “kyusho jutsu” (puntos vitales) y el “tuite” o “torite” (control y manejo de las articulaciones del
rival, una suerte de chin-na), ofreciendo una versión de Karate muy suave que está ligada al Motobu-ryu.

(10) Asume esa postura Enzo Montanari, calificado cultor del Shotokan, en Karate Desconocido. La parte desconocida del karate tradicional,
trad. española de Ediciones Tutor, Madrid, 1999. La caligrafía de Oyata que acompaña este artículo proviene de dicha obra.

(11) Ver Channan: The Lost Kata of Itosu? por Joe Swift en www.fightingarts.com/content01/channan_kata.shtml

(12) Patrick McCarthy es un karateka único en el mundo. Hace tres décadas reconocido campeón canadiense de kumite, kata y kobudo,
actualmente residente en Australia, vivió durante 10 años en Japón, donde practicó con los más altos exponentes de los estilos okinawenses,
viajando habitualmente a China y Okinawa. Alumno de Richard Kim y Hiroshi Kinjo, incursionó en el Kung Fu, el Full-Contact y en el Shooto
cuando ningún tradicionalista lo hacía. Graduado 8° Dan por la Butokukai, ha establecido para su escuela un programa sumamente práctico e
innovador en el que los kata antiguos de Okinawa en las versiones más originales sirven como ayuda-memoria de las secuencias de combate
que practican los alumnos, basadas en respuesta a lo que él llama “modos habituales de violencia”. Además de Kyusho y Tuite, Mc Carthy
incorpora elementos de Tegumi (sumo okinawense). Ver http://www.koryu-uchinadi.com

KARATE / 45




mediante copia manual de maestro
a alumno, contenía los verdaderos
secretos del Karate okinawense. Los
.
.
les, puntos corporales y horarios de
circulación de energía, técnicas de ani-
males, y hasta el “golpe de la muerte”.
Mc Carthy entrevistó a especialistas
.
plinas, enriqueciendo la traducción
con comentarios históricos y dándole
el contexto adecuado. Para el lector
contemporáneo el Bubishi–aún con
la glosa de Mc Carthy- es una obra
difícil, que no se ajusta a lo que el
practicante moderno esperaría de un
libro de Artes Marciales, al punto que
Mc Carthy se encuentra en curso de
.
cha obra. Su valor es inmenso como
testimonio original de la etapa del
salto entre Fujian (China) y Okinawa
.
cialmente la Grulla- y el Tode.
La distinción clásica entre las tres
líneas de Shuri, Tomari y Naha es aquí
relevante. En cuanto a la primera, el
último de los maestros de Shuri que
recibió influencias chinas de conside-
ración fue Sokon Matsumura, quien
las tomó “con beneficio de inventa-
.
do a su conveniencia). La tradición de
Tomari, de fuerte impronta china y
representada por Kosaku Matsumora
y Kokan Oyadomari, en gran medida
se diluyó, y fue incorporada en dosis
más o menos homeopáticas al Shuri
por Chotoku Kyan, Choki Motobu,
.
.
.
miten a esa línea. En cuanto al Karate
.
.
tuye una tercera línea marcadamente
distinta de la línea evolutiva Shuri/
Shorin/Shotokan), sus estilos de
Goju ryu (Chojun Miyagi), Toon ryu

(Juhatsu Kyoda) y Uechi ryu (Kanbun
Uechi) exponen sistemas de Kung
Fu sureño (grulla arrulladora y tigre)
aprendidos por sus maestros. Sus
movimientos de defensa circulares,
.
cionamiento del cuerpo para recibir
golpes y posturas cerradas marcaron
a estos estilos como “diferentes”. De
hecho, mientras que en lalíneade
Shuri distintos estilos de Kung Fu fue-
ron entrando a Okinawa en forma
incompleta y azarosa y asimilados
gradualmente durante siglos, en la
línea de Naha se trató de la importa-
ción más reciente de estilos de Kung
Fu completos (muy especialmente
el caso del Uechi, con el Pangainun
aprendido en China a fines del siglo
XIX), sin un proceso de “mestizaje” y
desarrollo a lo largo de generaciones.
.
nas en el ámbito del Karate, los ajenos
a las tradiciones de Naha o Tomari
vieron caer el valor de cotización de
sus estilos. La peor parte de la nueva
moda le tocó al Shotokan, puesto que
si la validez de un estilo estaba dada
por su cercanía a sus orígenes chinos,
el Karate okinawense deberíaconsi-
derarseontológicamentesuperior al
.
ciones de tal tenor los neo-okina-
wenses debieron saber que meterse
con un tigre es siempre riesgoso.

El tigre de Shotokan muestra sus
garras

Todo lo dicho, hasta que de la mano
de Bruce Clayton en 2004 surgió una
línea de interpretación histórica que
echa por tierra con la mayor parte de
los mitos sobre la historia del Karate
de Okinawa que contienen los libros
.
tades aún el revisionismo histórico
de Dillman. Clayton, un instructor de
Shotokan 5° dan integrante del grupo

.
yama (ciertamente un sello de calidad
de origen), en su libro El Secreto de
Shotokan. La verdad oculta detrás
de los orígenes combativos del Karate

(13).
mete agitar las aguas de este arte. A
diferencia de la sobriedad expositiva
usual en los libros sobre la materia,
Clayton escribe de modo coloquial
y casi novelesco, llevando al lector a
través de una pesquisa propia de un
detective para desentrañar lo ocu-
rrido en Shuri desde principios del s.
XIX hasta la muerte de Itosu en 1915.
.
pone es persuasiva y muy distinta a la
difundida. Quienes hayan dedicado
algunas horas a leer sobre historia
del Karate saben que existen discre-
pancias y dudas sobre la historia de
cada maestro, estilo y kata. Clayton
evidentemente ha leído todas esas
contradicciones y controversias, pero
ha decidido obviar la mayor parte de
.
ria minuciosa (la cual probablemente
nunca se sepa), sino cómo y por qué
cambió el Karate. Entonces Clayton
bucea entre los archivos de la época,
.
.
cias que le permiten reconstruir la
historia desde donde nunca se la
había analizado aún.
Las discrepancias y dificultades que
presenta la historiografía del Karate
.
tiones más básicas ocurridas hace
menos de 200 años residen en un
rasgo cultural de oriente que, según
Clayton, hasta ahora no había sido
tenido debidamente en cuenta: para
decirlo con elegancia, cierta falta de
.
tores, usualmente karatekas, han
.
torias que cuentan sus maestros. Ese
rasgo cultural es el privilegiar una

(13) Bruce D. Clayton, Shotokan’s Fighting Secret. The hidden truth behind Karate’s fighting origins, Ohara Publications, Burbank, 2004.
46/ SAN TI


buena imagen con enseñanza moral
–la “historia oficial” o tatemae- por
sobre la verdadera realidad de las cosas
–la “verdad oculta” o honne-, lo
que ha producido innumerables distorsiones
en la historia contada por
los pioneros del Karate. Los orien-
tales en general se preocupan mucho
por mantener y difundir el perfil
ejemplar de sus propios maestros, y
consideran a aquellos que escarban
sobre la verdad detrás de las historias
como “inadaptados” (rikutsupoi).
Esto explica, por ejemplo, que S. Nagamine
haya afirmado que “en sus
85 años, no se conocen episodios
violentos del maestro Itosu”, cuando
son varias las historias sobre sus peleas.
Nagamine y los demás maestros
que podían ligarnos vitalmente con
el pasado siempre buscaron dar una
imagen de moralidad asociada al Karate,
y al contrastar lo dicho por unos
y otros nunca se supo cuándo había
elogio desmedido, verdad o rivalidad.
Clayton analiza detenidamente las vidas
y circunstancias de los próceres
del Karate, y, al mostrar una versión
de carne y hueso, la historia se
vuelve atrapante. Los elementos de
prueba que ofrece son completados
con imaginación y especulaciones
plausibles, y lo llevan a conclusiones
muy interesantes respecto del papel
de Itosu en el desarrollo del Karate.
Claro, para construir su argumento
nuestro autor prescinde de conside-

rar opiniones muy atendibles de otros
autores, pero su cometido es presentar
una tesis alternativa sobre el desarrollo
del Shorin y Shotokan, y no
resolver los temas sobre los que no
se han podido poner de acuerdo los
rigurosos Bishop, Mc Carthy, Harry
Cook, Graham Noble, Rob Redmond
o Joe Swift. Aunque por momentos
Clayton cae en digresiones innecesarias
que atentan contra el nivel de la
obra (14), la originalidad de su planteo
y su sustento bibliográfico es impecable
(por ejemplo, el autor refiere a
119 videos de kata de diversos estilos).

Clayton afirma que hace aproximadamente
150 años una serie de circuns-
tancias políticas muy especiales pu-
sieron a un grupo de hombres fuera
de lo común, encargados de proteger
al rey en el Castillo de Shuri, bajo una
presión extraordinaria. Como ele-
mentos químicos que, combinados y
sometidos a un fuerte estímulo exterior
en un entorno aislado (un tubo
de ensayo o un crisol) reaccionan y
producen moléculas distintas, así, en
el “crisol de Shuri” en la segunda mitad
del siglo XIX esos elementos se
combinaron y produjeron algo muy
nuevo y distinto al Karate anterior: el
revolucionario Karate lineal o Karate
de impacto. ¿Cuáles eran esas circuns-
tancias políticas, quiénes eran esos
personajes y cuál era esa presión? Es
una historia donde la suma de deta-
lles hace la diferencia, pero en términos
simplificados es la siguiente:

Circunstancias políticas de Okinawa
en la primera mitad del siglo XIX

Okinawa constituía una sociedad
rígidamente estructurada. Casi la
totalidad de los pioneros del Karate
integraban la nobleza okinawense
(“keimochi”), donde aristocracia no
era sinónimo de riquezas sino de
educación, mientras que los plebeyos
(“niya”) descalzos y semidesnudos
subsistían como pescadores o agricultores
y no disponían de tiempo
libre para poder practicar Artes Marciales.
La clase alta no vivía demasiado
mejor: apenas vestían de un modo
que denotaba su nivel social, y gracias
a su cultura generalmente ocupaban
puestos en la burocracia gubernamental,
y vivían bajo el peso de esa res-
ponsabilidad. Los rangos superiores
estaban vinculados con la realeza y
clase militar superior (oyakata) y los
niveles medios eran el brazo armado
del gobierno (categorías pechin y satunishi
pechin), mientras que los estratos
más bajos de keimochi solían
enrolarse en la policía.

En ese momento Okinawa (en rigor,
el archipiélago Ryu Kyu o Liu Chu)
estaba formalmente bajo el mando del
rey de la segunda dinastía Sho, pero
desde la brutal invasión japonesa de
Satsuma en 1609 (en que murieron
539 okinawenses y sólo 57 japoneses),
el gobierno estaba bajo el control
de los samurai de Satsuma, quienes
eran los únicos autorizados a poseer
armas en toda la isla y, alojados en
una ala del castillo, mantenían al rey


Vista del Seiden del palacio de Shuri antes de su destrucción en la Segunda Guerra

(14) Advierto al lector prejuicioso que el libro incluye fotos de niños (suponemos, alumnos del autor) empuñando escobas bajo el rótulo “Kobudo
de cocina”, en un ejemplo de cómo ciertos movimientos de kata enseñan a defenderse con lo que esté a mano. Son las candorosas notas
de color de los norteamericanos que jamás encontraríamos en un libro japonés, pero no deben ser confundidas con faltas de seriedad.

KARATE / 47




como rehén en la propia fortificación.
Por otro lado, al tiempo de aquella invasión
Okinawa era nominalmente
dominio del emperador Ming, situa-
ción que no había cambiado –por el
momento, a Japón le bastaba con el
beneficio económico sin entrar en
disputas diplomáticas o territoriales
con China-, y por ello también había
representantes chinos en el castillo
de Shuri. En síntesis, Okinawa estaba
sujeta a un doble sometimiento con
obligación de pagar tributo a ambos
países opresores, pero hacia los occidentales
la “historia oficial” exhibía
simplemente a un rey gobernando a
su isla.

El crisol (Castillo de Shuri) y sus
circunstancias

Según la descripción de Clayton, el
palacio, construido en el siglo XVI,
imitaba el estilo de los aposentos
reales de China. Enclavado en una
colina a cinco kilómetros de Naha,
se encontraba rodeado de muros,
rampas y jardines y se accedía por el
portal ubicado en el lado oeste. Tenía
una extensión de 400 metros de este a
oeste, y 270 metros de norte a sur en
la construcción principal configuraba
un gran patio, en torno al cual se distribuían
los representantes chinos en
el lado norte, los miembros del clan
Shimazu de Satsuma en el ala sur,
al oeste edificios de usos diversos y
templos, y sobre el lado este el Seiden
(salón real), un imponente edificio de
dos plantas con la recepción principal
en la planta baja, conectado por
escaleras ubicadas detrás del trono
con la cámara real y cuartos auxi-
liares utilizados por los oficiales de
gobierno en el piso superior. Detrás
del Seiden se encontraba la parte privada
del castillo, con las habitaciones
del rey y su familia, y el personal de
servidumbre, exclusivamente feme-
nino. Allí estaba prohibida la entrada
de sirvientes masculinos y visitantes.
Siguiendo hacia el este, estaba el
mausoleo, resguardado por un muro
de dos metros y medio de altura, bajo
cerrojo y custodiado, al que sólo podía
acceder el rey. En el extremo sudeste,
el sector reservado a la familia real
tenía una puerta oculta que conectaba
el palacio con el bosque aledaño.

Las potencias europeas habían tomado
contacto con Japón durante el
siglo XVI, y para 1800 la pretensión
del Shogun Tokugawa de mantenerlas
fuera de sus costas se hacía casi
imposible. Hacia 1840 había más de
mil barcos norteamericanos cazando
ballenas jorobadas en aguas japonesas.
El comercio y la caza de cetáceos
hacían que las naves occidentales
quisieran frecuentemente desembarcar
para aprovisionarse y, ante
los sangrientos desembarcos frustrados
en Japón, Okinawa se mostraba
como una alternativa atractiva.
Quienes integraban la tripulación de
barcos balleneros eran usualmente
marginales que habían fracasado en
la vida civilizada, hombres curtidos
que vivían hacinados en un clima de
violencia y, luego de meses en alta
mar, ansiaban desembarcar en busca
de comida fresca, mujeres y alcohol.
En la primera mitad del siglo XIX
numerosos desembarcos fueron recibidos
en la costa con rechazo o
actitudes confusas por las autoridades
uchinanchúes (okinawenses),
que se negaban a comerciar con los
visitantes, quienes desconocían la
existencia de un gobierno títere en
la isla, y que la violación por parte
de los funcionarios okinawenses de
la prohibición de comerciar con extranjeros
establecida por Satsuma
podría costar la vida del rey. Muchas
veces se producían incidentes y los
extranjeros –ingleses, norteamericanos,
franceses y rusos- tomaban por
la fuerza lo que necesitaban. Los okinawenses
nunca aceptaban los pagos
que les eran ofrecidos. En todos los
casos los oficiales de Shuri expresaban
sin mayor explicación “ustedes
no son bienvenidos, regresen a su
barco.” No conociendo la verdad

oculta (honne), los extranjeros miraban
a los okinawenses como si fueran
locos, porque a veces toleraban los
robos, pero nunca aceptaban pagos.
Los japoneses observaban en estos
casos desde fuera de escena, y los oficiales
uchinanchúes, desprovistos de
armas, estaban cada vez más preocupados
por el imponente armamento
que exhibían los extranjeros con los
que se entrevistaban en términos
muy poco amistosos. No es raro que
de noche estos “funcionarios” okinawenses,
ocultos a los ojos japoneses,
se dedicaran a reventar sus nudillos
contra sus makiwara. Por eso, lo habitual
en el castillo Shuri era, para los
puestos de funcionario de mayor cercanía
al rey, contratar miembros de
la aristocracia guerrera que además
de poder cumplir con sus tareas habituales
(diplomáticos, traductores,
secretarios, inspectores, inventaria-
dores, oficiales de impuestos) fueran
consumados artistas marciales que
eventualmente le sirvieran como
guardaespaldas. El ideal marcial de
cultivar en paralelo la pluma y la espada
había cobrado en Okinawa un
cariz sumamente práctico.

Según veremos más adelante, las
desagradables visitas de los barcos
extranjeros llegaron al colmo el día
que los marines norteamericanos entraron
con prepotencia en el Castillo
de Shuri.

(15) Muchos autores afirman que nació en 1809. La falta de documentación fidedigna y las versiones y los datos contradictorios pueblan la
historia del Karate. No siendo ese el objetivo central del presente trabajo, reproducimos la información que ofrece Clayton, aún en cuando
pueda resultar discutible.

(16) Matsumura sirvió a los reyes Sho Ko (1804-1834), Sho Iku (1835-1847) y Sho Tai (1848-1879).

48 / SAN TI




Matsumura, guardia de palacio

Sokon Matusumura había nacido en
el seno de una familia keimochi en
1796 (15). La veda de poseer armas no
impidió que, orgulloso de la tradición
guerrera de su familia, asumiera la
función de jefe de guardia de palacio
de los reyes de Okinawa, cargo
que desempeñó durante toda su vida
adulta (16), debiendo proteger a los
funcionarios uchinanchúes ante cualquier
peligro; se tratara de marineros
borrachos, Samurai de Satsuma, o
cualquier amenaza. Durante 50 años
de servicio, él asumió con total conciencia
que como guardaespaldas del
rey ante cualquier confrontación que
le tocara vivir, sería él -y quizás un
puñado de okinawenses- contra un
número mucho mayor, y piel contra
acero. No sólo debía aceptar esa realidad,
sino que debía tomar los recaudos
para proteger exitosamente a la
familia real ante tales adversidades.

Matsumura había conocido a su ma-
estro “Tote” Sakugawa a los 14 años
de edad, cuando éste ya tenía casi 80,
el doble de la expectativa de vida en
aquella época. Ante un padre en su
lecho de muerte por una golpiza recibida
de unos borrachos, Sakugawa
había jurado que él nunca sería víctima
impotente ante la violencia. Al
poco tiempo, siendo niño, aprendió
el arte de la mano china (“tote” o
“toide”) de Peichin Takahara, un
monje budista que trabajaba en el
palacio. El Tote era básicamente la
amalgama de conocimientos de Kung
Fu –mayormente Grulla Blanca- que
se practicaba desde hacía algunos
siglos en Okinawa, y se veía periódicamente
enriquecida por viajeros
provenientes de Fujian. Cuando
Sakugawa ya era un practicante avanzado,
una noche, cometió el error de
agredir a un diplomático chino, Kong
Su Kung, quien ante su sorpresa lo
derrotó fácilmente. Sakugawa pidió
disculpas y fue aceptado como alumno
de Kung, aprendiendo el estilo
que luego condensó en la forma “Kusanku”,
que contiene numerosos movimientos
de agarre y pelea nocturna
(hace 200 años en Okinawa pelear
de noche equivalía a “descampado y
a oscuras”, y no en el entorno urbano
iluminado que acostumbramos).

Matsumura es considerado el mayor
karateka que haya existido, se lo ha llamado
“el Miyamoto Musashi de Okinawa”,
y fue nombrado “Bushi” (título
honorífico de guerrero) por el propio
rey. Entrenaba fanáticamente, y al
cumplir 25 años ya era jefe de guardia
y considerado un peleador invencible
en Okinawa. Se decía que tenía una
mirada “de halcón” por sus ojos rasgados
oblicuamente que, cuando miraba
en forma penetrante, infundía temor
en sus adversarios como si estuvieran
frente a un demonio. Según George
Alexander, Matsumura había desa-
rrollado una potencia de golpe muy
superior a cualquier otro especialista,
basada en la rotación del cuerpo, la
traslación del centro de gravedad y la
aceleración al momento del impacto.
En síntesis, el arrebato, la brusca explosión
de potencia ejecutada con total
precisión. Es lo que luego Chibana
Chosin llamaría “ippon kowashi”,
un punto de destrucción total, hoy
más conocido como “ikken hissatsu”,
muerte en un puño. Eso –junto con
una actitud sorpresiva y brutal- permitía
derrotar a enemigos de mayor
tamaño y, según Bruce Clayton, significó
el primer hito en el desarrollo
del Karate lineal, diferenciándose de
los estilos más cercanos a la circularidad
y los desplazamientos laterales
del Chuan Fa. Señala nuestro autor
que los sistemas de boxeo chino
habían sido desarrollados por monjes
budistas, cuyas obligaciones religiosas
les imponían minimizar el daño
a sus atacantes, aún a costa de sa-
crificar su integridad. Según Clayton,
cuerpos especialmente acondicionados
para resistir golpes (como en kata
Sanchin) y técnicas de agarre y control
se inscribían dentro de esa lógica
(17). Pero según nuestro autor, Matsumura
no era un monje y no podía
darse el lujo de convicciones personales
que pusieran en riesgo la inte-

gridad de sus protegidos. Era un gue-
rrero. Las necesidades y la situación
en el Castillo de Shuri planteaban a
Matsumura limitaciones distintas


Comodoro Matthew Calbraith Perry (1794-1858)

Karateka okinawense golpeando makiwara. (18)

(17) Clayton reconoce que el Karate de Naha, mucho más cercano en concepción estilística a la tradición china, no muestra necesariamente
benevolencia en sus movimientos. El Uechi incluye la práctica asidua de técnicas particularmente crueles, como golpes con los dedos a la
garganta y puntapiés punzantes a los testículos.

(18) Estampilla y litografías provenientes de http://www.baxleystamps.com/litho/ry_litho_main.shtml

KARATE / 49




las que habían tenido los cultores
de Chuan Fa, a quienes conoció de
primera mano en sus viajes de formación
a China (Fuzhou y Beijing).
De hecho, el recordado Robert Trias
sostenía que el Hsing I habría tenido
una incidencia especial en el Shuri-te
de Matsumura. Este último también
había accedido en Japón al grado de
instructor de Jigen-ryu kenjutsu –escuela
de sable cultivada por el clan
Satsuma-, lo cual se supone puede
haber tenido influencia en el desa-
rrollo del Kobudo (combate con armas
impropias o de uso civil) okinawense.
Habiendo capitalizado todo
lo aprendido, Matsumura se apartó
tanto de las fuentes chinas que su estilo
híbrido luego fue conocido como
Shuri-te.

Clayton señala que Matsumura desarrolló,
entre otros, el kata Patsai /
Bassai, una forma agresiva y fuerte
que practicaba asiduamente. Aunque
Funakoshi en su libro Karate Kyohan
explicaba que esa forma significa
“penetrar la fortaleza”, apunta nuestro
autor que los caracteres del nombre
no aluden a ninguna fortaleza, sino
que Bat (su) significa “sacar”, y Sai significa
“bloquear”. Según veremos más
adelante, “fortaleza” es un concepto
que subyace al nombre y el cometido
de este kata y probablemente el error
de Funakoshi no es casual.

El agente catalítico: un marino llamado
Perry

Hacia 1840 la política de aislamiento
de Japón llevada adelante por el gobierno
de Tokugawa comenzaba a
ser vista como un problema. Barcos
balleneros norteamericanos encallados
en sus costas en más de una ocasión
habían tenido serios problemas
–asesinato incluido-, y las groseras
negativas japonesas a establecer relaciones
diplomáticas con los Estados
Unidos comenzaron a ser consideradas
un insulto. El congreso nortea-
mericano decidió que correspondía
solucionar la “cuestión japonesa”, y
en 1853 el presidente Fillmore envió
una flota de 15 buques al mando del
Comodoro Matthew Perry.

Perry había leído todo el material
disponible acerca de Japón y su cultura.
Sabía de su idiosincracia gue-

rrera y su respeto por la fuerza. En
lugar de dirigirse directamente hacia
Tokio, dirigió sus barcos a Okinawa,
asumiendo que una muestra de fuer-
za allí le granjearía una reputación
importante en Tokio. Desde entonces,
ante allegados y ajenos, Perry
se comportó con la soberbia y poca
consideración de un daimyo (señor
feudal) japonés.

Llegado al puerto de Naha, echó a
las autoridades portuarias de la cubierta
de su embarcación rechazando
sus obsequios y diciéndoles que no
tenían rango suficiente para hablar
con él. Así provocó que inmediatamente
fuera visitado por Sho Taimu
(y un reducido grupo de colaboradores),
quien se presentó como el
príncipe regente dado que el rey Sho
Tai era aún un niño. Según Clayton,
en el contigente estaban Matsumura
e Itosu. Luego de una visita por el
barco, Perry hizo una serie de reclamaciones,
incluyendo la construcción
de un depósito de carbón para
sus navíos, la venta de provisiones y
el establecimiento de una base en el
puerto. Sus pretensiones fueron re-
chazadas con gentil terquedad, y Perry
exigió hablar inmediatamente con el
rey. Sho Taimu respondía que se trataba
de un niño, y que no era posible
acceder a las peticiones (tatemae o
historia oficial), sin mencionar que
los samurai de Satsuma prohibían
bajo amenaza severa todo contacto
con extranjeros (honne o verdad

oculta). A su vez, Perry insistía sobre
esos temas que poco le interesaban
(tatemae) para provocar una situa-
ción enojosa y ganar reputación de
dureza (honne).

Itosu y compañeros: lo que había
en el crisol

Clayton describe a quienes secundaban
a Matsumura como guardaespaldas
encubiertos del rey. En primer
lugar debe mencionarse a Anko
Shishu (Itosu). Éste había sido un
niño frecuentemente golpeado por
su padre, quien quería forjar en él
un carácter aguerrido. A los 16 años
ingresó como aprendiz de guardia a
las órdenes de Matsumura, quien se
ocupó de entrenarlo hasta los 24 años
(esto es, entre 1846 y 1854). Itosu,
quien se desempeñaba como traduc


El contingente americano en las puertas del Castillo de Shuri (daguerrotipo original)

50 / SAN TI




tor y calígrafo de palacio, tenía el cuer-
po forrado de músculos, y su golpe
de puño, desarrollado frente al makiwara,
era temible. Existen varias historias
sobre lo fuerte de su agarre y su
aptitud de pelea (enfrentándose contra
varios atacantes armados, noqueando
a uno de ellos con una patada
lateral a la mandíbula, etcétera). En
cierta ocasión un japonés campeón
de Judo quiso demostrar la inferio-
ridad marcial de los okinawenses, e
Itosu, que estaba presente en el lugar,
a pesar de tener 75 años no quiso
dejar pasar la cuestión. El japonés,
en consideración hacia el anciano, le
dijo que iba a tratar de no lastimarlo.
Comenzado el combate el judoka lo
tomó de la solapa. Itosu derribó a
su contrincante con un golpe corto
de su puño izquierdo al plexo solar,
convirtiéndolo en un despojo que
boqueaba sin poder respirar. Itosu se
retiró sin hacer mayor cuestión, ante
un público atónito.

A las órdenes de Matsumura, junto
con Itosu trabajaban en palacio como
burócratas:

- Yasutsune Azato –el primer maes-
tro de Funakoshi, a quien éste considera
“el mejor karateka que vi en mi
vida”-, el gran amigo de Itosu, experto
en Jukendo (arte de la bayoneta).
Azato, que tenía experiencia real enfrentándose
sin armas contra sable,
estaba convencido de la inutilidad
de acostumbrar al cuerpo a absorber
golpes, por lo que era un especia-
lista en desplazamientos (tai sabaki).
Decía que las manos y los pies del karateca
deben ser como sables y matar
al primer contacto.

- Chofu Kyan (padre del famoso
Chotoku), custodio del sello real, era
un hombre estricto y karateka devoto
que dedicaba las noches a entrenar a
su enfermizo hijo.

- Seisho “el gato” Arakaki, oficialmente
traductor de idiomas chino y
japonés, era un cultor del puño del
monje (luohan) y de la grulla blanca.
Era un especialista con el kama (hoz),
el sai y el bo (vara). Se le atribuyen
los kata niseishi/nijushiho, sochin y
unsu.

- A su vez, Clayton da persuasivas
razones para creer que también integraban
este selecto grupo de “oficinistas”
karatekas de la talla de Kokan
Oyadomari, Kosaku Matsumora
(ambos exponentes de Tomari-te),
Peichin Yara, Sanda Kinjo (expertos
en Kobudo) y Peichin Kiyuna.

- En otras palabras, un “dream team” de
los mejores y más experimentados karatekas
de Okinawa trabajaba en la oficina
real, en el primer piso del Seiden, a
pocos metros de distancia del rey.

El contingente militar americano dentro del Seiden de Shuri - (daguerrotipo original)


Sho Taimu y sus asistentes (daguerrotipo original)

KARATE / 51




Un día para recordar

Según Clayton, el 6 de junio de 1853
fue un día clave en la historia del Karate.
El Comandante Perry, luego de
considerar que no iba a ser detenido
por las excusas de los funcionarios
okinawenses, montó un acto de
provocación controlada. Perry hizo
desembarcar del USS Susquehanna
dos cañones arrastrados por 30 marineros
y dos compañías completas
de Marines desplegando sus fusiles y
bayonetas y 50 oficiales con sus sables.
El propio Perry se hizo trasladar en
un palanquín preparado por él para
la ocasión, cargado por ocho sirvien-

tes chinos, lo que le daba la aparien-
cia de un Shogun. Con esa especie
de desfile con prepotente exhibición
de armas, se dirigió al castillo de
Shuri. Al llegar al portón principal
y a la vista de los cañones, luego de
alguna demora estratégica, los okinawenses
no tuvieron más remedio que
abrirles paso. Sho Taimu descubrió
hace 150 años una verdad geopolítica:
cuando el Tío Sam toca la puerta,
no es porque no pueda derribarla de
una patada. Habiendo ingresado, el
nutrido grupo de norteamericanos
encontró una construcción prácticamente
desierta. Sólo se hallaban el regente,
tres ministros y una docena de
asistentes. Llevados a un gran salón,
los norteamericanos lo llenaron casi
por completo dejando a los funcionarios
okinawenses en un rincón. Ambos
grupos se estudiaban mientras
tomaban té y masticaban un duro
pan de gengibre. Los okinawenses
estaban tensos, no encontrando otra
explicación para la ocupación del
castillo que la inminente autopro-
clamación de Perry como gobernador
militar de Okinawa, reclamando el
territorio para los Estados Unidos. ¿Por
qué, entonces, tardaban tanto tiem-

po en silencio o con comentarios superficiales
comiendo ese pan?

Un rato después, el regente invitó
a Perry y sus oficiales a cenar a su
casa, en un intento por hacerlos salir
del castillo. Increíblemente, Perry
aceptó. Trasladados a la casa, Sho
Taimu y dos de sus asistentes fueron
fotografiados con daguerrotipo. Al
cabo de una tediosa cena en que los
okinawenses estuvieron totalmente
desconcertados e intimidados, los
americanos se marcharon bajando
la colina y utilizaron el resto de la
tarde para embarcar los cañones.
Los okinawenses respiraron aliviados
aunque confundidos por lo inescrutable
de los invasores y lo insólito de
sus actos. Perry había conseguido lo
que buscaba: cuando llegara a Tokio
sería tomado muy en serio.

Regresado Sho Taimu al castillo, éste
sabía que los samurai de Satsuma no
le perdonarían que los extranjeros
hubieran salido de sus barcos. Por la
torpeza de ese regente, los americanos
no sólo habían desembarcado,
sino que habían llegado a estar a sólo
un par de habitaciones de distancia
del mismísimo enclave de Satsuma en
Okinawa. Regresado tiempo después
a Okinawa, Perry notó que nunca
más se vio u oyó hablar de Sho Taimu
(desaparición sin duda vinculada con
su error). Luego el Comodoro se dirigió
a Tokio, donde su misión fue
un éxito, precipitando la apertura de
Japón a occidente e iniciando la cadena
de actos que llevarían a la caída
del régimen feudal japonés a favor de
la Restauración Meiji. No pasó tanto
tiempo hasta que Perry regresó a
Okinawa: ahora fue mucho mejor recibido,
y los okinawenses mostraron
ser hábiles comerciantes, reclamando
plata por la venta de sus productos.

Los diarios de viaje de Perry y sus
hombres expresan que en todo el tiem-
po que estuvieron en Okinawa no vie-
ron ni una sola arma.

Ese día, estar inerme con el regente
y sus compañeros rodeados de invasores
gigantes y armados, en grave
desventaja numérica, en el propio
palacio, quedó grabado para siempre
en la mente de Itosu. No por lo
que sucedió, sino más bien por lo que
pudo haber ocurrido.




La “hipótesis de conflicto”: el Plan Z

Como guardia de palacio y probable
sucesor de Matsumura, la escena
tiene que haber sido una pesadilla recurrente
para Itosu. Aunque todavía
era joven, según Clayton la escena
acosó a Itosu durante el resto de su
vida (¿qué hacer si volviera a ocurrir y
los invasores decidieran quedarse?).

Existen numerosos relatos que dan
cuenta del carácter previsor y minucioso
de Matsumura. Ciertamente, en
el episodio con los norteamericanos
todas las previsiones demostraron ser
adecuadas: del diario de los nortea-
mericanos surge que tanto en el barco
como en tierra nunca se encontraron
con guardias, ni mujeres ni niños. De


Croquis del Castillo de Shuri (19)

19 http://www.wonder-okinawa.jp/001/001-e/index.html

52 / SAN TI




hecho, los hombres de Matsumura
hicieron de mozos, sirviendo a los
extranjeros y manteniéndose entre
éstos y Sho Taimu. La regla que impedía
a extraños ir más allá del patio
central y Seiden, reservando un lugar
exclusivo para el rey y servidumbre
femenina, servía a Matsumura para
que el sector trasero fuera un ámbito
altamente privado y carente de
interés desde la perspectiva militar
de cualquier visitante. Sin duda una
ventaja que podía aprovechar la guardia
real. La arquitectura de la fortificación,
rodeada por murallas varias y
dispuesta en forma de laberinto con
edificios atravesados, hubiera impedido
adivinar la salida, dificultando el
desplazamiento de los invasores.

¿Qué salida? La del rey. ¿Cómo? El
conjunto de “burócratas”, ante cualquier
emergencia, debía lograr la
extracción del soberano (abriéndose
paso entre bayonetas, fusiles y sables)
a la planta superior del Seiden, y de
ahí a los aposentos reales cuya puerta
trasera daba al bosque que cubría la
empinada colina, permitiendo una
vía de escape probable.

Es esa la hipótesis de conflicto que
marca el nacimiento del Karate mo-
derno, el Karate de impacto, un Arte
Marcial para guardaespaldas pensado
para combate grupal y asegurar
al protegido una vía de escape
en cuestión de segundos, sin ahorrar
daños que puedan producirse en el
enemigo.

La estrategia de seguridad de Matsumura,
¿había funcionado? Aunque
estaba bien pensada para el caso de
tener que enfrentar a los samurai alojados
en palacio, los norteamericanos
habían demostrado ser muchos
más, más corpulentos, con el poder
de fuego de sus fusiles, y un comportamiento
sumamente extraño e
impredecible. Como señala Clayton,
el operativo “reaccionar, extraer y escapar
de la fortaleza” tomó un cariz
perturbadoramente probable. La
última instancia de defensa, el plan
a seguir cuando toda otra previsión
hubiera fallado (por eso lo llamo el
“Plan Z”), la pelea sin armas, debía
ser mejorada, e Itosu emprendió entonces
la tarea de continuar el desa-
rrollo del estilo de Karate de los guardias
de palacio.

El Karate que fue retocado por Itosu
era una táctica que se inscribía dentro
de una estrategia más amplia en caso
de necesitar un escape de emergencia
desde el Castillo de Shuri:

- En el sector reservado para
servidumbre femenina, se contaría
con la implacable Tsuru Yonamine,
de cuya aptitud combativa existen
relatos y con quien “casualmente” se
casó Matsumura, integrándola a personal
de palacio.

- El propio rey de Okinawa estaba
entrenado para cuidarse a sí mismo,
dado que recibía enseñanza de los
mejores karatekas de la isla.

- El Seiden estaba dispuesto de modo
tal que los guardias encubiertos pudie-
ran abrirse paso a golpes, cubrir y
sacar al rey del recinto llevándolo por
la escalera al aposento real en el piso
superior.

- Existía una discreta puerta trasera
cercana al dormitorio del rey que
permitía un escape hacia fuera de la
construcción.

- El riesgo de encontrarse con los
samurai de Satsuma “a la salida” estaba
minimizado por la existencia
de un pasadizo secreto a los túneles
(de más de tres kilómetros) debajo
del castillo, una de cuyas bocas daba,
al pie de un virtual acantilado, a lo
que podría haber servido como una
pequeña embarcación de fuga.

- Clayton especula que el pasadizo
estaría en el mausoleo privado del rey
(shinbyouden), un sitio sin interés fue-
ra de lo religioso, rodeado por altas
paredes sobre las cuales los Satsuma
no podrían espiar, dentro del sector
reservado a las mujeres y muy cercano
al aposento real.

- Es conocida la prohibición de poseer
armas impuesta por Satsuma. Pero en
situación extrema y ya encontrándose
en huída (diríamos, perdido por perdido)
¿no sería razonable tener unos
sables escondidos en la salida, ante la


Funakoshi ejecuta Naihanchi Kata

KARATE / 53




posibilidad de un bloqueo inesperado?
Matsumura y Azato eran maes-
tros en el uso de la katana, y muy
probablemente los reyes de Okinawa
no hayan entregado todas sus armas
a los japoneses. Algunas podrían
haber quedado convenientemente
olvidadas en el mausoleo privado /
pasadizo secreto, al que en principio
nunca tendrían por qué acercarse los
Samurai.

Los años siguientes: El Karate de
Itosu

Cuando se repasan las acciones de
Itosu a lo largo de años, se encuentran
cambios muy importantes en los
kata, según dan cuenta las diferencias
estilísticas provenientes de Sakugawa
(los puntos comunes al Matsumura
Seito y el Isshin ryu de Shimabuku)
y el talante Shuri que se aprecia en
el Shorin moderno y Shotokan. Para
Clayton una clave para apreciar los
cambios es observar el Isshin ryu,
que estilísticamente no pertenece ni
al Shorin ni al Karate de Naha. Para
tal autor el Isshin ryu puede ser considerado
una cápsula del tiempo del
Karate pre-Shuri. (20). Del análisis
de videos comparando la ejecución
de formas según Shorin, Shotokan e
Isshin, Clayton observó cambios notables
(21). El kata Kusanku (Kanku
Dai), colección de movimientos de
Kong Su Kung compilada por Sakugawa
que había sido modificada por
Matsumura, fue nuevamente alterada
por Itosu. Originalmente era una
forma de pelea nocturna, en la oscuridad,
cuyo objetivo era evitar ser
sujetado, para sorpresivamente apresar
al enemigo, y acabarlo sin perder
contacto con él. Era un manual de
combate a ciegas: evadir, controlar,
golpear, derribar, golpear. Todas tales
aplicaciones, provenientes del Kung
Fu de Kusanku, fueron cambiadas
por Itosu para la hipótesis de combate
diurno contra varios atacantes a
los que no se puede dedicar más que
unos pocos segundos (en la mente
de Itosu, no hay tiempo para golpear,
ejecutar un lance y luego controlar a
un solo rival, como hubiera preferido
un monje budista).

Según Clayton, el enigmático kata
Naihanchi (Tekki), también traído
del sur de China, con su movimiento
exclusivamente lateral (“como contra
una pared”), en parte se explica si
uno está cubriendo a alguien a quien
se desea proteger y trasladar, quizás
sujetando a un rehén contra el pecho
de uno con la amenaza a quienes se
acerquen de romperles el cuello. La
lógica del golpe y desplazamiento,
con desarmes para fusiles, es distinta
de las intricadas palancas y retenciones
que muestran en su aplicación
de Naihanchi estilos más antiguos.

En cambio, el kata Chinto (Gankaku)
fue una forma originaria de Shuri.
En una ocasión Kosaku Matsumora
y Sokon Matsumura fueron enviados
para capturar a un pirata chino
(Chinto) en el puerto de Tomari, y
éste, recluido en una cueva empinada
de entrada angosta, los enfrentó con
gran destreza. Aparentemente se
ganaron recíproco respeto, y, según
especula Clayton la lección le mostró
a Matsumura las limitaciones de su
estilo en desnivel. Estos especialistas
habrían compilado los movimientos
útiles desde la perspectiva de quien
está arriba o debajo en una pelea
desnivelada. El propio Matsumura,
según Clayton, hizo uso extensivo
de este kata considerando la huída
hacia el piso superior en el castillo
de Shuri. Itosu, valorando la estrategia
de combate en una escalera, no
habría necesitado hacer ajustes de
consideración (22).

Pero los aportes más importantes de
Itosu no residen en lo que cambió,
sino en lo que agregó.

Movimiento: Si se comparan kata
como Sanchin o Hakutsuru (Gru-
lla Blanca) con los de Itosu, en los
primeros son básicamente estáticos,
mientras que en los segundos, el
practicante se desplaza rápidamente
de un lado a otro (23).

Potencia: Las posturas inclinadas o
acostadas fueron reemplazadas por
otras con el torso erguido, replan-
teando el Karate en torno a la gene-
ración de máxima potencia por encima
de otras consideraciones (evasión,
derribos, etcétera).

Pluralidad de oponentes: Mientras
que la estrategia del Karate pre-Shuri
se vinculaba con desplazamientos
laterales, ello no es posible ante muchos
enemigos. La opción preferible
es lineal; encimar a uno de ellos, anu


(20) Recuérdese que el fundador de ese estilo, Tatsuo Shimabuku, se formó con Chotoku Kyan. Uno de los aspectos más interesantes del libro
que comentamos es el sondeo sobre la personalidad de Kyan y su modo muy particular de ver el Karate y la vida.

(21) Me excuso de comentar sobre kata de Karate por falta de conocimiento, pues si bien estoy calificado para escribir sobre formas de
TaeKwon-Do, los puntos en común de éstas con las de Karate son tantos como las diferencias que las separan. En todo este tema reproduzco
la opinión de Clayton.

(22) Sería muy difícil hacer una lista de los kata sobre los que Itosu tuvo influencia, pues las formas que fueron retocadas mantuvieron su
nombre original, de modo tal que hoy coexisten variantes pre- y post- Shuri en distintos estilos bajo el mismo nombre. Además, adviértase
que en Shotokan existen kata con origen en Tomari y Naha que posteriormente fueron reinterpretadas con el criterio del propio Itosu, como
si éste hubiera trabajado sobre esas formas casi 40 años luego de muerto.

(23) Clayton afirma que el tipo de práctica de la línea Shuri tiene algún efecto sobre la longevidad, según dan cuenta las edades en que murie-
ron, cuando la expectativa de vida promedio era de 40 años, Tode Sakugawa (82 años), Bushi Matsumura (97), Itosu (85), Funakoshi (89) y el
último alumno directo de Itosu, Shosei Kina (100). El énfasis en entrenar la movilidad –en lugar de la absorción de golpes- podría hacer la
diferencia.

54 / SAN TI




lándolo y modificando la distancia de
sus compañeros.

Impacto: Las aplicaciones que muestran
los descendientes de Shuri dan
especial importancia al poder de sus
golpes, mientras que los estilos más
antiguos asignan mayor interés a las
torciones, agarres, presión a terminales
nerviosas, etcétera Según el autor
es evidente que el corazón del Karate
de Itosu está en la potencia de golpe.

¿Qué es lo que, según Clayton, eli-
minó Itosu?

Puntos de presión: Los redujo
enormemente, prefirió golpes de
efecto inmediato y resultado más
cierto.

Golpes con los dedos: En su mayor
parte fueron reemplazados por los
puños.

Movimientos de control del oponente:
Existían palancas de retención
en los estilos precedentes; Itosu prefirió
rematar con un golpe, según dan
cuenta talonazos y otros movimientos
en ese sentido.

Combate nocturno: En estilos antiguos,
se encuentra un movimiento
suave y silencioso en que el karateka
rastrea con sigilo con la mano abierta
el brazo del rival, sobre quien, luego
de sujetado, se descarga un golpe fulminante.
Ese y otros recursos similares
fueron eliminados: La hipótesis
de combate de Itosu era un salón iluminado.


¿Qué es lo que dejó intacto Itosu?
No eliminó los esquives, los bloqueos
con contragolpe, barridos, codazos, y
muchos otros movimientos que entendió
útiles para su planteo.

Según Clayton, la confusión que se
genera en los practicantes modernos
descendientes de Itosu al buscar
descifrar las formas está dada por
el hecho de que ese maestro hizo
fuertes reformas a favor de un Karate
lineal de impacto, pero no elimi-

nó de los kata los movimientos que
respondían a la lógica del estilo más
antiguo. Entonces hoy se pueden
percibir dos lógicas distintas convi-
viendo en las formas. Quienes tengan
suficiente experiencia en el Arte Marcial
saben que existen muy variadas
interpretaciones para los kata, y que
en general parecen ser conjeturas o
explicaciones inteligentes al interro-
gante de las aplicaciones. Entonces
Clayton se pregunta, ¿cómo es que
un Karateka de la talla de Itosu, que
dedicó gran parte de su vida al estudio
de los kata y su relación con el combate,
no enseñó su interpretación a
sus alumnos más devotos, según confesión
propia de éstos? Se ha especulado
con que en realidad Itosu no las
conociera, o que le parecieran poco
importantes, o que fuera conveniente
no transmitir tan letal conocimiento,
o que prefiriera que sus alumnos las
descubrieran por sí mismos. Más allá
de que quizás Itosu no conociera algunas
de las aplicaciones, se destaca
el hecho de que optó por no enseñar
ni una sola ¿por qué?

Los años siguientes al episodio con el
Comodoro Perry pueden explicarlo.
Miremos la cronología:

* 1879:

El Rey Sho Tai es forzado a abdicar.
Desintegración de la guardia de palacio.


* 1880-1900:

Itosu continúa con su práctica y
enseña a un puñado de alumnos en
secreto.

* 1901:

El rey Sho Tai muere en el exilio.

* 1902-1906

Itosu enseña públicamente en el
sistema escolar de Okinawa.

* 1915:

Muere Anko Itosu.

Itosu, como guardia personal del rey,
tenía un deber de confidencialidad
que consistía en no revelar sus tácticas
o cuestiones de seguridad a terceros.
Entonces, entrenó a sus alumnos en
un sistema de Karate de impacto sin
explicar demasiado el modo en que
podía ser utilizado. En esa época desarrolló
los cinco kata Pinan –quizás
una segmentación de la forma china
Channan-, la ampliación de la serie
Naihanchi para incluir las versiones
2 y 3, y diseñó las versiones Sho de
Kushanku y Passai.

Cuando murió el rey al que debía
lealtad, se acabó todo posible regreso
y restauración del reino de Ryukyu.
El mundo había cambiado, e Itosu se
sintió liberado de su compromiso de
confidencialidad: comenzando el siglo
XX, la técnica guerrera (“jutsu”)
debía dar paso al camino de desarro-
llo moral (“do”). Lo que había servido
como sistema de protección para una
monarquía ya extinguida podía ahora
transformarse en una forma de ayudar
al mejoramiento de la salud de
los jóvenes. Eso es lo que hizo Anko
Itosu, guardaespaldas devenido en
maestro (y reverenciado como “kensai”,
un “santo del puño”), enseñando
su sistema de Karate lineal.


Chosin Chibana, alumno de Itosu y continuador
de su línea en Okinawa

KARATE / 55




El legado de Itosu

El reemplazo de un número de técnicas
peligrosas en los kata ha sido considerado
por muchos como evidencia
concluyente de que el Karate de Itosu
fue una versión esterilizada del Arte
Marcial, para ser enseñado en las escuelas
de Okinawa.

Clayton señala que los alumnos más
destacados de Itosu aprendieron de
sus lecciones particulares mucho antes
que el maestro se haya involucrado
en la instrucción escolar, la cual se ha
transformado en un dato para desca-
lificar toda la enseñanza de Itosu, aún
fuera de ese ámbito. Las características
como estilo orientado a la velocidad
y el impacto fueron conservadas
por su alumno Gichin Funakoshi y
magnificadas muy especialmente por
Gigo Funakoshi, quien vio la compatibilidad
de la “destrucción en un
golpe” del Karate de Itosu con la premisa
del Kendo (“ichi geki hissatsu”,
muerte en un ataque) y aprovechó tal
circunstancia para inscribir al Karate
dentro del círculo exclusivo de las
Artes Marciales japonesas. El hecho
de que Itosu haya comprendido el
gran potencial del Arte Marcial en
la formación de los jóvenes no puede
desmerecerlo como Karateka ejemplar,
dueño de una técnica poderosa
entrenada para el combate real al servicio
del rey, y forjador de una estirpe
de maestros que transformaron una
tradición secreta de una isla del Pacífico
en un camino de superación de
millones de personas en el mundo.

La versión de Clayton sobre la historia
del Karate de Shuri permite rearmar
un rompecabezas como no lo logran
otras versiones. Debe reconocerse
que muchas piezas han sido inventadas
y son producto de las conjeturas
de ese autor, quedando en cada uno
aceptarlas o rechazarlas (24). Pero su
hipótesis, muy digna de considera-
ción, puede sintetizarse en que Itosu
optó deliberadamente por prescindir
o relegar muchos recursos técnicos
(palancas, agarres, técnicas a puntos
sensibles, etc.), desplazamientos circulares
y régimen de endurecimiento
a favor de agilidad y explosividad li-
neal para adaptarlo a las necesidades
específicas de la guardia real. Para
Clayton, no alcanzan para explicar
semejante mutación en los movimientos
ni el ingreso del Karate a la
educación pública okinawense, ni el
frecuentemente mencionado cambio
de paradigma de la técnica guerrera
(jutsu) al camino de perfeccionamiento
moral (do), ni los argumentos
sobre el nacionalismo nipón de la
primer mitad del siglo XX. Y no alcanzan
porque los cambios dignos de
atención, a su entender, se gestaron
algunas décadas antes, y pueden
apreciarse no sólo en Shotokan –que
simplemente los llevó más lejos-, sino
también en los estilos de Shorin más
modernos, difundidos por los alumnos
de Chibana.

Quizás Clayton sobrevalora su estilo
por sobre otros más antiguos (okinawenses
y chinos), pero gracias a
ello ha desarrollado y aportado una
hipótesis interesante. Además, su
reclamo es válido: el Shorin de Itosu,
así como el Shotokan y otros estilos
derivados merecen ser mirados
como genuinos sistemas marciales,
sin prejuicios por su relación con el
más reciente Karate de competencia.
La propia división de estilos de Shuri/
Shorin entre los “de impacto” (linaje
de Itosu, en gris en el cuadro en las
páginas siguientes) y los más fieles al
estilo antiguo encuentra situaciones
híbridas como las de S. Nagamine y
Y. Higa, quienes incorporaron en sus
escuelas el entrenamiento de impacto
pero mantuvieron una fuerte influencia
de otras ramas. En última instancia,
la línea en que cada practicante
está enrolado no está dada por la filia-

ción o la versión del kata difundidos
por su escuela, sino por el enfoque
concreto en la práctica. En ese sentido,
es fácil advertir que el Karate
lineal se ha abierto paso en muchos
estilos formalmente ajenos a su linaje.
En lo personal, a pesar de que cali-
ficados maestros como Funakoshi y
Toyama descreían en la pluralidad de
estilos y propiciaban un único Karate
(quizás lo hacían como estrategia de
unidad para darlo a conocer), celebro
que existan estilos distintos como
reflejo de diferencias en los gustos,
aptitudes, criterios y personalidades.


Itosu


Matsumura

(24) Transcribimos una interesante descripción del estilo “Matsumura Seito (ortodoxo)” por Jorge Zapata publicada en revista Yudo Karate
N° 293, pág- 47, que hace dudar de cuanto afirma Clayton sobre Matsumura como precursor de un estilo basado en la potencia: “El estilo de
los Matsumura utiliza posiciones más cortas que los otros dos Shoryn (Adrogué: se refiere a las ramas Matsubayashi y Kobayashi), bloquea y
ataca al mismo tiempo, usa patadas bajas, no extiende completamente los brazos al golpear y no cree en la teoría del golpe único (Adrogué:
aquí hay diferencia con el germen de Karate lineal que pretende ver Clayton). Su kumite es continuado (parecido al kyokushinkai) y los
golpes no se frenan. Tiene salidas a 45 grados y la característica más sobresaliente es que no usa el kiai, porque si bien aumenta la energía del
practicante, después queda vacío y necesita unos segundos para recuperarse...”

56 / SAN TI




Apostilla

Clayton relata que su libro
comenzó cuando buscaba una
foto de Azato (el instructor menos
conocido de Funakoshi), y esa
búsqueda lo llevó por lugares insospechados,
hasta encontrar una
inédita foto de “Bushi” Matsumura.
Hasta el momento tan sólo se
contaba con el retrato dibujado
por Akira Miyagi difundido en un
libro de Shoshin Nagamine-. Ese
dibujo de Matsumura viejo y con
barba, junto con las fotos y los
dibujos que existen de Itosu, permitieron
a Clayton reconocer en
una foto al legendario “Bushi” y
su fiel alumno Itosu, cuando éste
tendría cerca de 23 años. Si no
los ha reconocido hasta ahora en
esta nota, por favor vuelva a mirar
a los “burócratas” de la página 51
que acompañan al malogrado regente
de Okinawa. ¿Recuerda los
relatos sobre la temible mirada
de Matsumura, con sus ojos inclinados
hacia adentro? Mire
al guardia de la izquierda
de la foto, y conozca al
mayor guerrero en la
historia de Okinawa y
su sucesor, el padre
del Karate lineal.

KARATE / 57




Itosu, el “santo del puño”, con sus alumnos


58/ SAN TI


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